Vivimos junto a Dios eternamente
Tras
el temblor opaco de las lágrimas,
no
estoy yo solo.
Tras
el profundo velo de mi sangre,
no
estoy yo solo.
Tras
la primera música del día,
no
estoy yo solo.
Tras
la postrera luz de las montañas,
no
estoy yo solo.
Tras
el estéril gozo de las horas,
no
estoy yo solo.
Tras
el augurio helado del espejo,
no
estoy yo solo.
No
estoy yo solo; me acompaña, en vela,
la
pura eternidad de cuanto amo.
Vivimos
junto a Dios eternamente.
Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los
siglos. Amén.
LH TO J30 V etf
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