Hemos de
buscar la vida dichosa y hemos de pedir a Dios que nos la conceda. En qué
consiste esta felicidad son muchos los que lo han discutido, y sus sentencias
son muy numerosas. Pero nosotros, ¿qué necesidad tenemos de acudir a tantos
autores y a tan numerosas opiniones? En las divinas Escrituras se nos dice de
modo breve y veraz: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Nada
hallarás que no se encuentre
en esta oración dominical
San
Agustín
Carta a
Proba 130,12, 22-13,24
Quien
dice, por ejemplo: Como mostraste tu santidad a las naciones,
muéstranos así tu gloria y saca veraces a tus profetas, ¿qué
otra cosa dice sino: Santificado sea tu nombre?
Quien
dice: Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos
salve, ¿qué otra cosa dice sino: Venga a nosotros tu reino?
Quien
dice: Asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine, ¿qué
otra cosa dice sino: hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo?
Quien
dice: No me des riqueza ni pobreza, ¿qué otra cosa dice sino: El
pan nuestro de cada día dánosle hoy?
Quien
dice: Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes, o bien: Señor,
si soy culpable, si hay crímenes en mis manos, si he causado daño a mi amigo, ¿qué
otra cosa dice sino: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos
a nuestros deudores?
Quien
dice: Líbrame de mi enemigo, Dios mío, protégeme de mis agresores, ¿qué
otra cosa dice sino: Líbranos del mal?
Y, si vas
discurriendo por todas las plegarias de la santa Escritura, creo que nada
hallarás que no se encuentre y contenga en esta oración dominical. Por eso, hay
libertad de decir estas cosas en la oración con unas u otras palabras, pero no
debe haber libertad para decir cosas distintas.
Esto es,
sin duda alguna, lo que debemos pedir en la oración, tanto para nosotros como
para los nuestros, como también para los extraños e incluso para nuestros
mismos enemigos, y, aunque roguemos por unos y otros de modo distinto, según
las diversas necesidades y los diversos grados de familiaridad, procuremos, sin
embargo, que en nuestro corazón nazca y crezca el amor hacia todos.
Aquí
tienes explicado, a mi juicio, no sólo las cualidades que debe tener tu
oración, sino también lo que debes pedir en ella, todo lo cual no soy yo quien
te lo ha enseñado, sino aquel que se dignó ser maestro de todos.
Hemos de
buscar la vida dichosa y hemos de pedir a Dios que nos la conceda. En qué
consiste esta felicidad son muchos los que lo han discutido, y sus sentencias
son muy numerosas. Pero nosotros, ¿qué necesidad tenemos de acudir a tantos
autores y a tan numerosas opiniones? En las divinas Escrituras se nos dice de
modo breve y veraz: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor. Para
que podamos formar parte de este pueblo, llegar a contemplar a Dios y vivir con
él eternamente, el Apóstol nos dice: Esa orden tiene por objeto el
amor, que brota del corazón limpio, de la buena conciencia y de la fe sincera.
Al citar
estas tres propiedades, se habla de la conciencia recta aludiendo a la
esperanza. Por tanto, la fe, la esperanza y la caridad conducen hasta Dios al
que ora, es decir, a quien cree, espera y desea, al tiempo que descubre en la
oración dominical lo que debe pedir al Señor.
R/. Señor, escucha mi oración, que mi
grito llegue hasta ti. Porque no desprecias, oh Dios, las peticiones de los
indefensos.
V/. Estén tus oídos atentos a la voz
de mi súplica.
R/. Porque no desprecias, oh Dios,
las peticiones de los indefensos.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
OL TO W29
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