El Señor discierne los pensamientos y sentimientos del
corazón
Balduino de Cantorbery Tratado 6
El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y
sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos
discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el
espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y
en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y,
aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado
nublada para poder discernirlos con precisión.
Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio
u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como
tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de
vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que
embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y
viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y
muy temible.
Está escrito: Hay caminos que parecen derechos, pero van a
parar a la muerte. Para evitar este peligro, nos advierte san Juan: Examinad si
los espíritus vienen de Dios. Pero. ¿quién será capaz de examinar si los
espíritus vienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con
el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e
intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos
es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para
corregir y ordenar la propia vida.
La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el
beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De
este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones
será luminoso, Si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano
cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace
con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es
incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto
consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la
buena intención.
Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz
del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia.
R/. Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de
ti: Que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que andes humilde con
tu Dios.
G/. Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra.
R/. Que respetes el derecho, que ames la misericordia, y que
andes humilde con tu Dios.
Oremos:
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca
se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas
aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/.
Demos gracias a Dios.
B TO V09 OL L
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