HimnoDesde que mi voluntadestá a la vuestra rendida,conozco yo la medidade la mejor libertad.Venid, Señor, y tomadlas riendas de mi albedrío;de vuestra mano me fíoy a vuestra mano me entrego,que es poco lo que me niegosi yo soy vuestro y vos mío.A fuerza de amor humanome abraso en amor divino.La santidad es caminoque va de mí hacia mi hermano.Me di sin tender la manopara cobrar el favor;me di en salud y en dolora todos, y de tal suerteque me ha encontrado la muertesin nada más que el amor. Amén.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor
San Luis Gonzaga, religioso
De una carta dirigida a su madre (Acta Sanctorum Iunii 5,878)
Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia
y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en
esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar
al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba
poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad
consiste, como dice san Pablo, en estar alegres con los que ríen y llorar con
que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me
llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no
perderla jamás.
Te he de confesar, ilustre señora, que, al sumergir mi
pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin
fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de
un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el
cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me
promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.
Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de
menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras
como muerto al que vive en la presencia de Dios y que, con su intercesión,
puede a ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta
separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos
juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro
espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin
fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de
guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes
que superan nuestros deseos.
Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú,
ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi
partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu
bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla
en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escrito, porque estoy
convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que
te debo como hijo.
R/. Me aceptaste por mi inocencia, Señor, me mantuviste
siempre en tu presencia.
V/. Prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los
malvados.
R/. Me mantuviste siempre en tu presencia.
Oremos:
Señor Dios, dispensador de los dones celestiales, que has
querido juntar en san Luis Gonzaga una admirable inocencia de vida y un austero
espíritu de penitencia, concédenos, por su intercesión, que, si no hemos sabido
imitarle en su vida inocente, sigamos fielmente sus ejemplos en la penitencia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
B P TO J11 OL
120621 S Luis Gonzaga